Algunos conceptos importantes antes de empezar.

Noción de tránsito

Antes de comenzar a desarrollar los diferentes enfoques de la temática resulta imprescindible abordar algunas definiciones.

En primer lugar, la definición de “tránsito”. De las diferentes definiciones existentes, elegimos la que entiende “el tránsito como el desplazamiento de vehículos y personas a lo largo de las vías de circulación bajo un sistema convencional de normas”. Desde este punto de vista, el tránsito es un sistema organizado y conformado por el hombre. Todas las personas que circulan por la vía pública hacen una parte del mismo, en interdependencia los unos con los otros. Cada vez que alguien “sale” de su casa, “entra” a formar parte de un todo en movimiento. A todos los que se desplazan, los une el objetivo común de circular de un punto a otro. Cada uno depende de los otros para que el objetivo se cumpla. La conducta individual de cada uno condiciona e influye sobre la de los demás y viceversa. Cada usuario de la vía es responsable de una parte del tránsito (Isoba, María Cristina, El desafío de la educación vial, Revista Luchemos por la Vida, Nº 0, 1994).

Si bien la seguridad del sistema depende también de los otros elementos que lo conforman (la claridad y efectividad de las reglas que lo ordenan, las condiciones adecuadas del camino y su señalización, y las de los vehículos, que circulan en él) son las personas, los usuarios de la vía (peatones, conductores y pasajeros), quienes en cada momento y en cada lugar, con su comportamiento, terminan de conformar y definir las características del mismo. Todos los usuarios de la vía pública tienen derecho a circular libremente por la vía pública, y todos comparten, en tanto “hacedores” del sistema, una cuota de responsabilidad para que ello sea posible.

Noción de accidente

El diccionario de la Real Academia Española define la palabra “accidente” como “suceso eventual o acción de que involuntariamente resulta daño para las personas o las cosas”.

La ley Nacional de Tránsito 24449, en su artículo 64, considera “accidente de tránsito” a “todo hecho que produzca daño en personas o cosas como consecuencia de la circulación”.

Estas definiciones, en especial la de “accidente”, acerca de un hecho que puede suceder o no (eventual), y que no es producto de la voluntad, deja lugar a pensar que es algo inevitable; sin embargo, esta creencia, muy generalizada, que se pone de manifiesto comúnmente ante el relato informal y cotidiano de esta clase de sucesos, no es cierta. Un accidente siempre es no intencional, pero también en la mayoría de los casos puede evitarse tomando algunas precauciones. El análisis detallado de los accidentes de tránsito ocurrido revela que la mayoría de ellos obedecen a causas precisas que podrían haberse evitado. Los accidentes son situaciones posibles de suceder si se dan determinadas condiciones. Conocer y evitar esas condiciones es reducir la posibilidad de que suceda. Es por eso que en los países más avanzados en seguridad vial se han tomado medidas diversas que produjeron significativas bajas en los índices de mortalidad y morbilidad.

Revertir el sistema fatalista de creencias acerca de los accidentes de tránsito constituye una tarea educativa esencial para el desarrollo de una cultura de la prevención.

La necesidad de repensar el término “accidente”

La creencia en el accidente como fatalidad inevitable preocupa a los expertos de todo el mundo, por lo que en algunos ámbitos se procura el uso de otras palabras que no refieran a la inevitabilidad, tales como choque, colisión, incidente.

Entonces, aunque la construcción “accidente de tránsito” es usada habitualmente para referirse a los distintos sucesos en que intervienen vehículos y personas, con su secuela de heridos y muertos, enfatizamos en la necesidad de repensar ese término y considerar cuántas veces los “accidentes” tienen poco de accidental y podrían haberse evitado con medidas de prevención adecuadas.

Revisar la definición de accidente nos permitirá recordar que la palabra encubre factores –error humano, descuido, en ocasiones desprecio por la vida ajena– que son la causa de muchos de los así llamados “accidentes”.

Veamos lo que menciona al respecto el informe del defensor del pueblo, antes citado:

  • Según su acepción más corriente, el accidente refiere a un suceso imprevisto, generalmente desgraciado, que altera la marcha normal de las cosas. Al sugerir que se trata de un suceso inesperado, el uso de la palabra accidente obstaculiza el estudio de la problemática, dado que un accidente no es producto del azar ni de la fatalidad, ni tampoco intencional, en el sentido de que se quiera conscientemente producir un daño.
  • La palabra accidente tambiénse utiliza para describir el error humano. Esta utilización tiene como resultado la exclusión del sujeto de la secuencia que deriva en una lesión no intencional, haciendo imposible analizar las acciones que conducen a la conducta de riesgo.
  • La producción de un accidente también suele atribuirse al destino o al designio divino. Esta creencia, al funcionar como premisa, impide la toma de conciencia de los factores determinantes del hecho y dificulta la implementación de estrategias para prevenir su ocurrencia (Loimer, H.; Dr. Iur, M.; Guarnieri, M.: “Accidents and Acts of God: A History of the Terms” Am.J.Public Health. 1996; 86:101).

Por todo lo anterior se sugiere que se analicen en clase distintos “accidentes” –no sólo de tránsito, sino por ejemplo aquellos que ocurren en el hogar (una intoxicación con productos de limpieza, una electrocución, por ejemplo)– como medio de instalar en los alumnos desde la más temprana edad la noción de prevención, fundamental para una vida sana.

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